Un chien dans le Marais o la sonrisa de Mona Lisa.
Hay muchos tópicos sobre París. Tantos, que parece imposible que la trillada Cité de la Lumière pueda llegar a sorprenderte más allá de lo que ya se ha escrito en miles de guías, novelas o canciones. Sin embargo, y a pesar de todos los tópicos, París es una ciudad especial. Vayamos paso por paso.
París es una ciudad poética. Efectivamente lo es. O si no, ¿en qué otra ciudad puede uno permitirse el lujo de tener trabajos tan poéticos como ser ascensorista de la Torre Eiffel o ser el guardián de la Gioconda? Y aquí tenemos otro tópico: La Gioconda. La gente dice: bah, la Gioconda decepciona, es tan pequeña que no dice nada... ¡Falso! ¿Alguien se ha parado de verdad a mirarla? Es un cuadro absolutamente asombroso. Para mí la Gioconda no era en principio más que una asignatura pendiente, algo que, por diversos motivos,no había conseguido ver en mis dos visitas anteriores a París.Y ahora, con todo el rollo de " El Código Da Vinci", la verdad es que tampoco esperaba nada espectacular. Pues me equivocaba. Allí llegué, a la solemne Gran Galería del Louvre, me abrí paso entre la gente, me coloqué delante del cuadro, que realmente es más pequeño de lo que uno espera (aunque sea absurdo pensar que porque una obra sea famosa ha de ser necesariamente grande) y me quedé mirando a ver si me decía algo. Y lo hizo. Yo ya pensaba que me estaba entrando una paranoia, pero realmente la Gioconda te sonríe y hasta entorna los ojos y se le ilumina la mirada. Nada de anagramas de nombres o dudosos misterios sobre si es un hombre o una mujer. La Mona Lisa es un cuadro magistralmente pintado, con una fuerza y una vida tales, que creo que hemos tenido que inventar todas esos enigmas para explicar la atracción que el pequeño retrato de una señora más bien fea, pintado sobre fondo convencional, ha ejercio sobre la humanidad durante siglos. Y lo sigue haciendo... ¿Qué ustedes han estado delante de la Gioconda y no les ha sonreído? Bueno, siento decirles que han de tachar a la Mona Lisa de su lista y volver a París a visitarla.
Pero amigos, lo más sorprendente, más que los deliciosos crêpes, los jardines y el propio Museo Orsay juntos, lo más sorprendente es la vida cool que un perro puede llegar a llevar en París y más aún si vive en Marais, el antiguo barrio judío. Sólo os iré: www.unchiendanslemarais.com. Sobran las palabras. Yo, que había decidido mudarme pronta y necesariamente a París, he incluido ahora en el plan a mi Chita y a mi Cuqui y las voy a convertir en las perritas más cool de Marais...y, por tanto, de París...es decir, del mundo ¿o acaso lo dudáis?
¿Veis? Ya me voy imprengnando de la megalomanía y chauvinismo franceses. Ya estoy más cerca de ser una parisina de pro.
¡Dios, que alguien me pare! Vale, puede que me esté volviendo un poco paranoica...pero, os lo aseguro: ¡lo de la Gioconda es verdad! Y a los parisinos, que no a París, que les zurzan con hilo verde... que yo, con esa elegancia que nos caracteriza a los españoles, me salté la kilométrica cola del Museo Orsay y entré, toda glamour y educación, por la puerta de pases especiales, dando las gracias al guardia de seguridad y sin esperar más de 5 minutos de cola. ¡Ay, la bendita picaresca! Gran aportación de la cultura española a la historia de la humanidad...
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