Rober
Rober fue un niño tranquilo y un poco arisco. En su niñez y primera adolescencia se miró, como creo que es normal, en el espejo de su hermano. Los mismos juegos, la misma pasión por la misma música, la misma vestimenta, la misma melena, el ataque conjunto a la hermana mayor (¡pobre de mí!)... Hasta que la crisis inevitable le fue proporcionando poco a poco su lugar.
Hoy en día a veces me lo imagino como un monje tibetano (no en vano tiene un Ohm tatuado en la espalda), de vida tranquila e ideas elevadas, al que le gusta permanecer, como a Fray Luis "ni envidiado ni envidioso". Para mí, para todos, fue toda una sorpresa ir descubriendo poco a poco el hombre en el que se ha convertido. Una persona de sólidos principios, voluntarioso y trabajador. Tal vez demasiado racionalista y relativista (o tal vez yo demasiado poco). Él es una pura mente físico-matemática y yo, bueno, digamos que mi insuficiencia en ese sentido me ha hecho más bien decantarme por la intuición como base del pensamiento.
Disfruto hablando con él, componiendo y descomponiendo el mundo, mezclando a Don Quijote con la Física Cuántica y a Nietzsche con el Cid o Hawkins. Me gusta poder aprender de mi hermano pequeño. De mi Robertino, como le llamábamos hasta hace no mucho. Ahora que va de camino al Nobel de Física (acaba de publicar su primer artículo, del que yo sólo entiendo el nombre de autor, por cierto) todavía le llamo así a veces y reconozco que siempre veré en él a mi hermano pequeño. Como todas las hermanas mayores, supongo.
3 comentarios
El de la foto -
Bombero del Atardecer -
carlito -