Der Weg ist das Ziel (extracto de mi diario de viaje en la Sierra de Gredos)
9 de la mañana. Me encuentro mal y me sabe mal estar concentrada en no vomitar en lugar de poder disfrutar del paisaje que parece reirse de mí en forma de curvas interminables. Cada curva: una mueca, y yo cada vez con cara de menos amigos. La montaña es sabia y milenaria y nosotros, pobres mortales, podemos ganarle una batalla pero no la guerra. Por fin una parada, gracias a Dios. Alguien quiere sacar una bendita foto.
Dejo atrás el autobús y me asomo al precipicio que se hunde a un costado de la carretera. El aire fresco me hace volver en mí y una mezcla de olor a pino y finísima bruma me recuerdan lo feliz que estoy de estar aquí arriba. No estoy sola, pero me lo imagino. Cierro los ojos un segundo y me olvido de todo por un instante antes de que vuelvan a asaltarme los problemas, que llegan en forma de llamada telefónica desde muy lejos. Paciencia, me digo.
Me siento fuerte, física y mentalmente. Mis pasos se hunden en la retama y agradezco no haber elegido el pantalón corto a pesar del espléndido sol que luce. Salimos del camino marcado siguiendo a nuestro guía particular, el bueno de Bernhard, o Bernardo "el andarín", como ya le llamamos cariñosamente. A sus 67 años, este ingeniero alemán, ya retirado y reconvertido por amor a la naturaleza en guía de senderismo de la Federación Alpina Alemana, tiene una energía que ya quisieran muchos con la mitad de sus años. Me gusta verle caminar, seguro y aparentemente despreocupado, con su llamativo sombrero de paja adornado con plumas de milano y con las manos a la espalda, como quien pasea. Yo le miro y le doy en silencio las gracias por guiar mis pasos y permitirme perderme en el paisaje que se abre ante mí después de cada recodo de nuestro ascenso.
No es fin de semana y la Sierra de Gredos se muestra en todo su esplendor: imponente, inmensa y silenciosa bajo un cielo limpio y un cálido sol de otoño temprano. De pronto, junto al Refugio del Rey, llama mi atención una familia de cabras monteses. Estoy sorprendida de poder verlas desde tan cerca. Primero nos miran tímidas y un poco recelosas, pero luego se acercan y hasta se diría que posan para nosotros. Son ejemplares hermosísimos con ojos intensos y poderosos cuernos. Parecen tranquilas, pero no estoy muy segura de si les gusta la idea de que les hayamos molestado en su retiro. Más bien las veo resignadas y me da la sensación de que han perdido algo de su belleza salvaje a fuerza de estar en contacto con el hombre. No sé si es un precio demasiado alto.
Tras la pausa para comer, emprendemos la que será la última etapa del camino: parte final de la ascensión al Morezón y espectacular vista del Circo de Gredos. Es probablemente el momento más bonito del día. Con la llegada al pico se cumple el objetivo y el panorama, con la Laguna Grande al fondo, es una merecida recompensa. Nadie habla demasiado y yo agradezco que me permitan disfrutar de la paz que se respira aquí arriba. Se me antoja que en invierno debe de ser muy bonito, pero ahora lo que me apetece es bañarme en una de las pozas que veo a lo lejos. No puede ser. Hay que volver.
Retomamos el camino y descendemos, ahora sí, por el sendero marcado hasta la Plataforma. Entre risas y bromas (la bajada siempre es más distendida) la vuelta se hace agradable, mientras el sol sigue pegando fuerte. Como saben los que me conocen, el sol me da la vida y mis pilas se están recargando para los muchos meses de cielos nublados que están por llegar.
La jornada ha terminado. Ahora quiero ducharme y descansar. Después vendrá el momento de las relaciones públicas y pienso en ello con cierta pereza. Al final, golosa como soy y dejando atrás las ascéticas horas pasadas en la montaña, encuentro el consuelo en las patatas revolconas y las natillas serranas que he visto que me esperan en el menú de la cena.
"Der Weg ist das Ziel", que dicen los alemanes. O lo que es lo mismo: el camino es la meta. Todo un descubrimiento este rinconcito de España, al que querría volver sin horarios y sin obligaciones. Probablemente lo haré, no me cabe duda. Pero hay tanto que ver...
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joe sacco -
Mujer on constant sorrow -
Bombero del Atardecer -