Ver o no ser III
Yo no soy Marilyn Monroe, pero la comprendo bien. Y es que, teniendo mil razones menos que ella para no querer ponérmelas (no hay paparazzi a la puerta de mi casa, por ejemplo), le tengo la guerra declarada a las gafas. Más bien tengo con ellas una relación de amor-odio. Por una lado tengo casi una obsesión casi fetichista por ellas, y por otro, hay ocasiones en que sencillamente no las soporto y quiero volver a las lentillas asesinas, que por ahora tengo castigadas en un cajón desde que me hicieron pupa (el maldito parche de piratesa me ha dejado traumatizada).
Muchas veces me rebelo y no me las pongo. Las echo al bolso y me digo: hasta que llegue a la oficina. Y así es como alguna una vez me he visto sorprendida en el metro por un hombre que me ponía ojitos, supongo que porque se pensaba que yo se los estaba poniendo... y no era el caso. En fin. Me da por épocas.
Hoy he recogido unas gafas nuevas y estoy como niña con zapatos nuevos. Las antiguas se van al baúl de los recuerdos junto con las demás: las metálicas ovaladas, muy modositas; las de pasta negra tipo cultureta y las trotskistas, ambas de la época universitaria (¡cuántas tonterías!); las de pasta verde de mujer moderna; las sesenteras tipo Srta. Rottenmeyer (estas eran muy cool pero un poco extremas) y las rojas cuadradas, a las que hoy digo adiós.
El óptico que me vendió las primeras gafas de mi vida adulta hizo bien su trabajo. Me dijo: "¿No compras ropa nueva cada año? Pues no descuides lo que llevas en la cara". Mi miopía, combinada con astigmatismo para más inri, y mi coquetería hicieron el resto. Y bueno, el que no se consuela es porque no quiere.
2 comentarios
ROTTEN MAYER -
Repixes, cuca -
Entonces, habrá que escoger unas del 20% restante.O sea, nuevas, cada año nuevas, y diferentes, de diseño rompedor, tanto si tira para " retro " como para futurista.
¿ porqué pondrás una tigresa donde la foto ?