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Mujer on constant sorrow

Mudanza

Mudanza

Me mudo a mi nueva casa:

www.sorrowblog.com

Con la ilusión de las cosas nuevas, pero también con la nostalgia del entorno que me ha acompañado durante un año y medio. Lo mejor será sin duda no depender de los cuelgues de Blogia: ahora si no escribo será toda la culpa mía.

Nos vemos allí :)

Mudanza cibernética II

Por fin he descubierto por qué tenía tantos problemas para entrar a mi blog y a otros blogs de Blogia (gracias, Iván). El caso es que parece que nos hemos mudado y yo, penca de mí, no me he enterado. Ahora la dirección es http://mujeronconstantsorrow.blogia.com.

El apartamento (II)

Este blog nació mientras se desarrollaba mi mudanza del Colegio Español de Munich a mi apartamento en Neuhausen. Quería que fuese un lugar donde descargar las tensiones que se me iban acumulando entre cajas, muebles y ese largo etcétera de cosas que implica cambiar de residencia. Pero la verdad es que desde que estoy instalada no he vuelto hablar del tema y, sobre todo, no os he presentado mi querido apartamento.

"No te equivoques, no es una casa, es una cárcel", sabia frase de mi amigo José Luis, que dejó el Colegio antes que yo y sabe de lo que habla (¡no sabes la de veces que se me viene a la cabeza esta frase!, José Luis). Efectivamente muchas veces la he sentido así, sobre todo al principio, cuando aún estaba todo por hacer y todavía algunas veces, cuando lo tengo todo patas arriba, cuando entre viaje y viaje no tengo tiempo ni de pasar la aspiradora o cuando decido emprender alguna actividad de bricolaje casero. Pero aunque a veces una se frustra y lo mandaría todo al cuerno, lo cierto es que yo cada día me siento más capaz de solucionar todos los imprevistos que me van surgiendo (que son muchos más de los uno se imagina y, como su nombre indica, siempre vienen sin avisar y además en el peor momento) o, si no de solucionarlos, al menos me enfrento a ellos con más tranquilidad.

Aún me quedan cosas por organizar (con una casa no se acaba nunca) y no puedo negar que en ocasiones echo de menos el bullicio del Colegio, pero creo que puedo decir que he encontrado mi rinconcito y que aquí me siento en casa. Sois todos bienvenidos.

P.D.: Por cierto, para los que estuvieran sufriendo con el tema de mis cables, el experimento ha funcionado. Ahora soy una mujer más feliz y preparada para la vida moderna :)

Ponga un cable en su vida ( o dos)

Ponga un cable en su vida ( o dos)

En verdad soy una mujer on constant sorrow...

Vale sólo a veces, pero es que la vida moderna me abruma. Hoy he tenido una experiencia reveladora: el maravilloso mundo del cable. Y es que no se trata "sólo de enchufar". Hoy en día tenemos tanto aparato en casa que habría que hacer un máster para saber dónde va cada uno.

Al mudarme a mi nuevo piso pasé con nota las pruebas de la conexión a internet inalámbrica y la conexión del teléfono (todo ello con su router, su spliter y la madre que los parió). El caso es que en su día los conecté y funcionan, pero no me pidáis que los desenchufe sin hacerme un croquis primero, porque puede que no sepa devolverlos a su lugar... En fin, que lo que parecía más difícil lo solucioné, como en su día solucioné también el paso de la tele analógica a la señal digital (descodificador, euroconector y antena incluídos). Todo iba bien en mi vida hasta que decidí que era mucho trabajo tener que cambiar el euroconector del descodificador al DVD cada vez que quería ver un peli y, como a la heroína de un mito clásico, se me ha impuesto la tortura de adentrarme en el temible laberinto del cable como castigo por querer saber demasiado. Ya decían los antiguos que la curiosidad no podía traer nada bueno... Además, una vez que la idea del riesgo cruza tu mente, ya no puedes volver a dormir tranquilo hasta que lo asumes. Y eso es lo que a mí me ha ocurrido con mi tele, mi DVD, mi descodificador y mis cables.

Ya llevaba la idea algún tiempo rondándome la cabeza y ya había hecho mis pruebas con un cable que me compré en España, pero hasta ahora no había tenido éxito. Así que hoy me he armado de valor y he decidido adentrarme en el susodicho laberinto. He intentado, en primer lugar, encontrar yo sola lo que necesitaba, pero ha sido en vano. Entonces he decidido, tímidamente, explicar a un dependiente del Conrad (cadena alemana de tiendas de electrónica en general) lo que necesitaba y, al ver que el chico respondía a la estrategia de "rescate de la damisela en apuros", le he exprimido a conciencia sobre todas aquéllas cuestiones que me atribulaban. Finalmente he acabado delante de la caja, feliz, convencida de la compra de no sé cuantos aparejos, con un poco más de conocimiento sobre cables y conexiones y con la promesa de que lo que no necesite lo puedo devolver.¿Alguien da más? Y seguro que el dependiente también se siente más feliz después de haberme ayudado... Si es que ya me lo dijo el brujo Lester: "es que tú sufres de lo buena que eres".

Ahora que ya tengo todo el material, sólo me queda ponerme manos a la obra, en plan Bruja Avería, a conectar toda la ensalada de cables que he comprado. Si en varios días no escribo en el blog, será probablemente porque me he ahorcado con el euroconector, o con ese diabólico cable triple de colores, que seguro que duele más.

En cualquier caso, si alguien quiere sentirse mejor como el dependiente de la tienda, puede acudir al rescate de la damisela en apuros...

Del cielo y el infierno en el mundo de Ikea

Del cielo y el infierno en el mundo de Ikea

Ikea es como la vida misma. O como la muerte. 

Lo primero es un larguísmo camino de peregrinación hasta la ansiada meta. Un camino que, para las almas perdidas que no tienen coche, es aún si cabe más penoso. Para mí, que no tengo coche (¡con lo que yo he sido!), el camino constó de tranvía, metro y autobús por la estepa helada del extrarradio muniqués, ahí es nada. 

Pero bueno, uno va con ilusión, descansado y con ganas de comerse el mundo, así que el arduo viaje se pasa rápido. Y enseguida te hacen subir...al cielo. Allí está el mundo Ikea en todo su esplendor. Todos los muebles montados en sus ambientes ideales y todos a tu alcance. Es como hacer la carta de los reyes: ves lo que te gusta y te lo apuntas. Así de feliz. Que si la mesa en este color, el mueble de tal otro...vamos, un paseo en el que tú ya te vas haciendo a la idea de lo que será tu casa...algún día no muy lejano. Lo que ocurre es que la cosa no queda ahí.

Después del paseo y de reponer fuerzas en el restaurante Ikea, cuando uno cree que ya en breve se va a casita, pues no, entonces llega el descenso  los infiernos.

Bajar del paraíso Ikea a su correspondiente submundo es como pasar de creer en los reyes a saber que son los padres en 5 segundos y sin tiempo para disfrutar. Bueno, digamos algo más, lo que tardas en atravesar el largo purgatorio del menaje del hogar. Ollas, sartenes, platos, vasos, edredones, lámparas...y uno se plantea llegado a ese punto la duda existencial de en qué momento llegaron a su casa (la de sus padres) todas esas cosas aparentemente insignificantes que siempre estuvieron allí. Pero, como todo en la vida, este peregrinaje también se pasa y llegas a la parte más siniestra de la reina de las casas de muebles.

Porque en el submundo de Ikea no hay camellos que carguen con los regalos que uno se ha apuntado tan algremente en su lista de reyes, a pesar de que una también es una reina, o al menos eso piensa.  Aquí lo que hay son unos carros incomodísimos donde apilar las cajas en las que supuestamente están tus muebles, aunque relamente no te lo acabes de creer. Y piensas incrédulo ¿de verdad que en esta caja tan chunga está mi escritorio?

En esta zona infernal ya no hay ambientes bonitos, ni colores, ni empleados sonrientes de Ikea que hacen las delicias del consumidor. Aquí sólo hay estanterías, números y cajas, muchas cajas. Y, para tu desgracia, una carta de reyes interminable hecha con demasiada ilusión. 

Finalmente, deslomado, sudado y cansado, uno acaba y paga y hace enviar todo al nuevo apartamento y coge el autobús de vuelta y el metro y el tranvía y llega a casa... y piensa feliz que lo ha conseguido y que cual Perséfone se ha librado del yugo infernal de la maléfica Ikea. Pero la sombra del montaje aparece negra en el horizonte... Entonces uno se mete en la cama, y con una elegancia al más puro estilo Escarlata O’Hara, se dice a sí mismo: "mañana será otro día", mientras se duerme pensando en la cantidad de cosas bonitas y útiles y ¡a qué precios! ha comprado en Ikea: la mejor amiga del "homo in mudanza".

Ikea

Ya lo dice mi amigo José Luis: "no te negañes, no es una casa, es una cárcel". Y tiene razón...

Hoy, queridos amigos, he ido a Ikea y creo que no podré volver en mucho tiempo. Hoy de verdad que uso este blog en plan sesión terapéutica, porque ha sido muy duro.

No puedo decir más, muero de cansancio...Más noticias en mi próximo post o en el blog de Eva, mi compañera de fatigas: www.evalopepoch.blogia.com.

Voy a ver si me evado y sueño que estoy lejos... en una playa de cálidas dunas de arena blanca y que un mar azul turquesa me espera al final del camino. Aunque probablemente cerraré los ojos y no veré más que cajas, carritos y muebles. ¡Bienvenido al maraviloso mundo de Ikea!

Burocracia

Burocracia

Lo mío no ha sido normal, ya lo sé. Pasar de casa de papá y mamá a la burbuja protectora del Colegio Español no es independizarse. Bueno, un poco sí, pero desde luego no te haces a la idea de la cantidad de cosas que hay que tener en cuenta cuando uno se lanza a la "vida adulta": compañía eléctrica, seguro de responsabilidad civil, calefacción, teléfono, etc... y todo con su "espere un momento, por favor", "no, eso no es aquí, espere que le paso" y demás lindezas de la retórica burocrática para uso y disfrute del pobre ciudadano indefenso. Y encima en alemán.

Lo que me llama la atención es que la supuesta fría burocracia se preocupa del ciudadano, pero tal vez demasiado precisamente donde no interesa. Hoy he sentido dos veces nada menos que se estaban metiendo en mi vida, y las dos mientras me hacían el dichoso seguro de responsabilidad civil. Mi Beraterin me ha preguntado primero qué tipos de seguro tenía yo en España y aquí en Alemania antes de decidirme a hacerme éste con ellos: primera sacada de colores al contestarle que con mis 27 añitos he pasado del nido familiar al Colegio Español. La segunda ha sido al preguntarme ¡si tenía novio! Y todo, porque si tenía algo con alguien que podía volverse serio, no dejara de avisar para ahorrarnos una parte del seguro por no sé qué regla de tres (como no me interesaba he desconectado el chip).

En fin... la ciudad se preocupa por nosotros. Y luego dicen que la burocracia es fría.

 

El apartamento

Aquí comienza la historia de una mujer y su nuevo apartamento. Si queréis, os invito a compartir las vicisitudes del abandono del nido, la mudanza y todo ese largo etcétera de cosas que me quedan por hacer. ¡Puede ser divertido! Y sobre todo...terapéutico (al menos para mí).