Una mentira...
...relativa:
Dame tus besos
Que al despertar mañana
Te los devuelvo
Digo relativa, poque te daré besos, pero serán otros. Los míos, para más señas.
Espero que te sirvan.
...relativa:
Dame tus besos
Que al despertar mañana
Te los devuelvo
Digo relativa, poque te daré besos, pero serán otros. Los míos, para más señas.
Espero que te sirvan.
Hoy Munich se ha convertido por fin en la neverita que todos esperamos que sea en esta época del año y que una primavera demasiado madrugadora nos estaba escamoteando perversamente.
La nieve ya estaba anunciada. Por eso, cuando ha sonado el despertador esta mañana, muy al contrario de lo que suele ser mi costumbre, he salido de un brinco de la cama al primer toque y he corrido a la ventana a ver si ya estaba todo cubierto de blanco.
Y, efectivamente, nevaba… Aún no era esa nieve perfecta (porque la nieve puede ser perfecta), leve y juguetona, que casi se resiste a caer y que parece que ralentiza todo lo que ocurre a su alrededor. Era una nieve acuosa y algo pesada, pero lo importante es que cuajaba y todo empezaba a estar bastante cubierto, de manera que la ciudad sonaba ya distinta, más silenciosa.
Entonces me he preparado un café y me lo he tomado de pie junto a la ventana de la cocina, atontada mirando caer los copos de nieve, en un tiempo que se me ha antojado fuera de este mundo, inexistente. Una especie de “huída del tiempo”, como diría Ybris sabiamente. Porque la nieve es como el fuego o el mar: uno puede quedarse horas delante contemplando y nunca será igual. Finalmente he vuelto en mí y me he puesto en marcha: tac, tac, tac… Tiempo mundano y prosaico, marcado para no llegar tarde, aunque, como siempre, he llegado tarde. Pero, ¿tarde para qué? Y, sobre todo, ¿para quién? Sé que estas preguntas tienen respuestas sencillas, pero no me convencen.
Después, a la vuelta de la oficina, he querido hacer una foto para ilustrar el post: mi bici antes de retirarse a hibernar en el sótano. Y es que la pobre no está ya para aguantar estos extremos. Lo que no sabe es que pretendo jubilarla y cambiarla por una más joven cuando se vaya la nieve… No sé si seré capaz.
Creo que soy la única persona que conozco que nunca ha hecho un sudoku. No es que me enorgullezca de ello, pero es la pura verdad y ante la ola de sudokus que invade nuestras vidas, lo cierto es que empiezo a preocuparme. ¿Seré un bicho raro?
Yo, si hay que subirse al carro japonés, prefiero mil veces el haiku, que es un pasatiempo de lo más entretenido y, puestos a mantener la mente despierta, me parece un ejercicio mucho más sano. Una vez que uno ha leído unos cuantos haikus se le mete la estructura en la cabeza y ya no hay quien pare. Es un vicio. La pena, al menos para mí, es que muchos se me pierden de camino al trabajo, en el metro o en la cola del supermercado. A veces la vena-haiku me asalta en casa y escribo muchos de un tirón, casi automáticamente, como una sucesión de imágenes o de flashes. Eso me encanta. Luego los guardo y no los leo hasta un tiempo después, cuando ya se me ha olvidado lo que escribí y casi los puedo leer como algo ajeno. Entonces decido los que de verdad me evocan algo y los que, bueno, ahí se quedan porque da pena borrarlos y, porque, al fin y al cabo, nunca se sabe si lo que hoy no te dice nada en el futuro te lo dirá.
Hablaba el otro día de este tema con mi hermano el físico en ciernes y creo que me dio la clave: hay una solución para cada sudoku y mil posibilidades con que rellenar la estructura de un haiku. En un sudoku sabes lo que buscas, otra cosa es que lo encuentres. Con el haiku, en cambio, ahí estás tú con tus versos frente al mundo. Ya te las apañarás. Si lo miras bien, en el fondo no es más que cuestión de psicología ¿qué eres tú: tipo haiku o tipo sudoku?
Lo mejor de los dos, en realidad, es que no tienen ninguna importancia. O tal vez la encierran toda. En su sencillez radica su belleza.
Yo os dejo aquí uno. Un haiku, claro está. Iré dejando más, pero sin abusar.
Sólo tus ojos
Saben ver mi cordura
O mi locura
Buscar ¿es ya encontrar parte de lo buscado?
Cuando uno se toma la vida demasiado en serio corre el peligro de aburrirse mortalmente, tanto, que la muerte sería lo más entretenido que podría pasarle. Por eso los aburridos hablan tanto de ella y no hacen sino aburrirnos a todos con su aburrimiento.
No creo en los propósitos de año nuevo, pero este año estoy que lo tiro y me voy a animar a formular mi particular (des)propósito para el 2007: quiero aprender a contar hasta 10 antes de hablar ¿Seré capaz?
Hoy me vienen a la mente estos versos de Pedro Salinas y os los dejo aquí sin más comentarios. Creo que encierran una intensa belleza y me desarma su certera sencillez.
"Qué alegría, vivir
sintiéndose vivido.
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo".
La voz a ti debida (versos 792-797)
"Pregunto: ¿Qué buscan en el cielo, todo esos ciegos?"
Los ciegos (Las Flores del Mal), Charles Baudelaire.
-¿Qué miras?
-Nada
-¿Dónde está tu mirada?
-Perdida
-¿Por qué?
-Porque nada veo
-¿Dónde la has perdido?
-En el cielo
-¿Tan lejos?
-Se ha quedado allí contando estrellas
-¿Y tú?
-Yo me he quedado aquí triste y solo.
-¿Aún la buscas?
-Sí, en el cielo.
Vivir con la ilusión de que se vive, luchar una batalla ya perdida, y a pecho descubierto, sin petos, sin celadas, alimentarte con la sangre de tu herida y vivir entre el chocar de las espadas.
Vano oleaje
Este de mi vida
Este en que me hallo inmersa.
Rober fue un niño tranquilo y un poco arisco. En su niñez y primera adolescencia se miró, como creo que es normal, en el espejo de su hermano. Los mismos juegos, la misma pasión por la misma música, la misma vestimenta, la misma melena, el ataque conjunto a la hermana mayor (¡pobre de mí!)... Hasta que la crisis inevitable le fue proporcionando poco a poco su lugar.
Hoy en día a veces me lo imagino como un monje tibetano (no en vano tiene un Ohm tatuado en la espalda), de vida tranquila e ideas elevadas, al que le gusta permanecer, como a Fray Luis "ni envidiado ni envidioso". Para mí, para todos, fue toda una sorpresa ir descubriendo poco a poco el hombre en el que se ha convertido. Una persona de sólidos principios, voluntarioso y trabajador. Tal vez demasiado racionalista y relativista (o tal vez yo demasiado poco). Él es una pura mente físico-matemática y yo, bueno, digamos que mi insuficiencia en ese sentido me ha hecho más bien decantarme por la intuición como base del pensamiento.
Disfruto hablando con él, componiendo y descomponiendo el mundo, mezclando a Don Quijote con la Física Cuántica y a Nietzsche con el Cid o Hawkins. Me gusta poder aprender de mi hermano pequeño. De mi Robertino, como le llamábamos hasta hace no mucho. Ahora que va de camino al Nobel de Física (acaba de publicar su primer artículo, del que yo sólo entiendo el nombre de autor, por cierto) todavía le llamo así a veces y reconozco que siempre veré en él a mi hermano pequeño. Como todas las hermanas mayores, supongo.
H
O
Y
Q
U
I
E
R
O
S
E
R
E
L
Á
S
T
I
C
A
Ynoamoldarmealestrechopliegodelarealidad
Hoy en El País me he encontrado con esta viñeta de Forges que me ha recordado, una vez más, la tristeza de la realidad social española. Aquí no estamos mucho mejor, pero a mí España me duele más. La viñeta me ha recordado el famoso sermón de Martin Niemöller sobre la realidad de la Alemania nazi. Niemöller era pasor luterano y fue defensor del régimen hitleriano hasta 1933, año en que comenzó su oposición a la cada vez mayor nazificación de la sociedad, lo que le valió la reclusión en el campo de concentración de Dachau, cerca de Múnich.
Os dejo hoy el sermón de Niemöller. Me lo leyó mi padre hace ya muchos años y nunca se me ha ido de la cabeza.
Als die Nazis die Kommunisten holten, habe ich geschwiegen; ich war ja kein Kommunist. Als sie die Sozialdemokraten einsperrten, habe ich geschwiegen; ich war ja kein Sozialdemokrat. Als sie die Gewerkschafter holten, habe ich nicht protestiert; ich war ja kein Gewerkschafter. Als sie die Juden holten, habe ich nicht protestiert; ich war ja kein Jude. Als sie mich holten, gab es keinen mehr, der protestieren konnte. | Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista, Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata, Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista, Cuando vinieron a buscar a los judíos, no protesté, porque yo no era judío, Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar. |
No hace falta viajar 50 años al pasado para horrorizarnos con la realidad. Sólo que aquel horror ya es oficial y puede espeluznarnos oficialmente.
De todos modos conviene no olvidarlo:
Hay días en que me gustaría levantarme de la cama y ser la Reina de Corazones de Alicia en el país de la Maravillas para mandar cortar la cabeza a todo ser molesto que se interponga en mi camino. Hoy, por ejemplo. O bien encontrar un verdugo dispuesto a cortármela a mí sin mucho dramatismo, porque, puestos a no soportar, hoy no me soporto ni a mí misma.
3 de noviembre. Munich, 7:30 de la mañana.
-¡Nena!, ven, corre…
-Ummmm…., ¿eh? ¿Qué hora es?
-¡Ven, que está todo blanco!
-¿En serio? ¡No me lo creo!
-¡Ven a verlo!
Y era verdad… No sólo había una fina capa que cubría ya las calles muniquesas, sino que estaba empezando a nevar de nuevo.
Café y galletas para mí, té y tostadas para él, la radio de fondo y fuera, la primera nevada de la temporada. Una de esas nevadas en las que los copos caen lentamente y se posan con elegancia sobre la acera. Sin prisa, pero sin pausa. Y así, sin mucha prisa, es como me he ido yo al trabajo.
-Un beso, papá. Que pases un buen día
-Un beso, nena. Hasta la tarde.
Dicen que la vida está hecha de momentos. Yo me grabo hoy este. Espero acodarme de él cuando vengan las vacas flacas.
Mucha gente se pregunta cómo sería su cara si, por ejemplo, se pusiera los labios a lo Esther Cañadas: "¿Sería más sexy? ¿Me quedaría bien?" La duda pica y para la mayoría queda en eso, una duda.
Para mí no. Yo he resuelto el misterio y ya sé cómo es mi cara con un jeringazo de silicona en los labios. Cómo sería, quiero decir. Lo comprobé anoche y, bueno, la verdad es que no me quedaba mal del todo, si no fuera porque los párpados hinchados, los ronchones faciales y el acto de rascarme todo el cuerpo como una posesa, digamos que le quitaba sex-appeal al asunto.
Mi médico, sin embargo, lo ha encontrado favorecedor, pero me ha dicho, muy alemán él sacando el lado práctico del asunto y buscando mi sonrisa, que viendo el resultado me puedo ahorrar la operación de estética, porque claramente no me hace falta. Yo no he podido evitar sonreír con mis súper-labios y, acto seguido, casi a traición, me ha agujereado sin piedad hasta que he dejado de ser la mujer-elefante para volver poco a poco a mi humilde yo. Creo que nunca me he alegrado tanto de verme.
En fin, la semana que viene, más. ¿Quién inventaría el diabólico test de las alergias? ¿Seguro que en el siglo XXI no hay un modo más sencillo de hacerlo? Misterios de la ciencia...
Tres tristes tigres comían trigo en un trigal. De pronto, se encontraron recelosas sus miradas y se preguntaron, si se mataban a base de furiosas dentelladas o se comían directamente a besos.
Continuará...
Yo no soy Marilyn Monroe, pero la comprendo bien. Y es que, teniendo mil razones menos que ella para no querer ponérmelas (no hay paparazzi a la puerta de mi casa, por ejemplo), le tengo la guerra declarada a las gafas. Más bien tengo con ellas una relación de amor-odio. Por una lado tengo casi una obsesión casi fetichista por ellas, y por otro, hay ocasiones en que sencillamente no las soporto y quiero volver a las lentillas asesinas, que por ahora tengo castigadas en un cajón desde que me hicieron pupa (el maldito parche de piratesa me ha dejado traumatizada).
Muchas veces me rebelo y no me las pongo. Las echo al bolso y me digo: hasta que llegue a la oficina. Y así es como alguna una vez me he visto sorprendida en el metro por un hombre que me ponía ojitos, supongo que porque se pensaba que yo se los estaba poniendo... y no era el caso. En fin. Me da por épocas.
Hoy he recogido unas gafas nuevas y estoy como niña con zapatos nuevos. Las antiguas se van al baúl de los recuerdos junto con las demás: las metálicas ovaladas, muy modositas; las de pasta negra tipo cultureta y las trotskistas, ambas de la época universitaria (¡cuántas tonterías!); las de pasta verde de mujer moderna; las sesenteras tipo Srta. Rottenmeyer (estas eran muy cool pero un poco extremas) y las rojas cuadradas, a las que hoy digo adiós.
El óptico que me vendió las primeras gafas de mi vida adulta hizo bien su trabajo. Me dijo: "¿No compras ropa nueva cada año? Pues no descuides lo que llevas en la cara". Mi miopía, combinada con astigmatismo para más inri, y mi coquetería hicieron el resto. Y bueno, el que no se consuela es porque no quiere.
Estoy un poco ñoña últimamente. Me lo noto y me molesta. Me di cuenta ayer mientras paseaba en bici por Munich toda yo imbuida de domingo otoñal, de perfume de hojas recién caídas, de atardecer tormentoso, de Be-Bop susurrado a mi oído por Ella Fitzgerald y Louis Amstrong… Un asco, vamos. Hoy todavía me duraba el blandiblup mental y me he sorprendido a mí misma canturreando “Autumn in New York” de buena mañana al llegar a la oficina, con lo mal que yo canto… Vamos, que no tengo más remedio que despertar urgentemente al diablillo que se ha quedado dormido sobre mi hombro izquierdo, a ver si de una vez por todas le estampa la lira en la cabeza al angelote que está campando a sus anchas en el derecho.
De todos modos menos mal que me he dado cuenta a tiempo, porque si me descuido me convierto en un libro de autoayuda. Y ya que estamos con el tema, creo que si yo escribiera uno lo titularía algo así como “Tócame el corazón con el pie”, parafraseando Woody Allen en Annie Hall, y estaría riéndome hasta el día del juicio de las rocambolescas y profundas interpretaciones que se podrían sacar de frase tan absurda y deliberadamente irónica.
P.D: Os regalo una foto otoñal fruto de mi estado. No me la tengáis en cuenta.
"You may be through with the past, but the past isn't through with you"
Magnolia, Paul Thomas Anderson (1999)
Escribo este post al hilo de algunas conversaciones mantenidas en los últimos días. La vida es así de puta: no permite un paso atrás. Al paso dado sólo puede seguirle otro con el que intentar mantener el equilibrio antes de dar el siguiente. Sin opción a pararse, sin tiempo para decidir, y con cada paso, un peso más en la mochila que aumenta el lastre con el que cargamos toda la vida. El pasado está ahí. Negarlo no nos ayuda. ¿Aceptarlo? Tal vez el secreto de aquellos que consiguen sonreír sea dejarle simplemente ser parte de nosotros mismos.
P.D: La película (junto con su magnífica banda sonora) es una curiosa e interesante interpretación de vida, pasado, soledad, encuentro, culpa y redención.
"It's not going to stop
'Til you wise up
It's not going to stop
So just...give up"
Wise Up (B.S.O. de Magnolia), Aimee Man.