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Mujer on constant sorrow

Y no protesté...

Y no protesté...

Hoy en El País me he encontrado con esta viñeta de Forges que me ha recordado, una vez más, la tristeza de la realidad social española. Aquí no estamos mucho mejor, pero a mí España me duele más. La viñeta me ha recordado el famoso sermón de Martin Niemöller sobre la realidad de la Alemania nazi. Niemöller era pasor luterano y fue defensor del régimen hitleriano hasta 1933, año en que comenzó su oposición a la cada vez mayor nazificación de la sociedad, lo que le valió la reclusión en el campo de concentración de Dachau, cerca de Múnich.

Os dejo hoy el sermón de Niemöller. Me lo leyó mi padre hace ya muchos años y nunca se me ha ido de la cabeza.

Als die Nazis die Kommunisten holten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Kommunist.

Als sie die Sozialdemokraten einsperrten,
habe ich geschwiegen;
ich war ja kein Sozialdemokrat.

Als sie die Gewerkschafter holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Gewerkschafter.

Als sie die Juden holten,
habe ich nicht protestiert;
ich war ja kein Jude.

Als sie mich holten,
gab es keinen mehr, der protestieren konnte.
Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.

No hace falta viajar 50 años al pasado para horrorizarnos con la realidad. Sólo que aquel horror ya es oficial y puede espeluznarnos oficialmente. 

De todos modos conviene no olvidarlo:

www.kz-gedenkstaette-dachau.de

¡Que le corten la cabeza!

¡Que le corten la cabeza!

Hay días en que me gustaría levantarme de la cama y ser la Reina de Corazones de Alicia en el país de la Maravillas para mandar cortar la cabeza a todo ser molesto que se interponga en mi camino. Hoy, por ejemplo. O bien encontrar un verdugo dispuesto a cortármela a mí sin mucho dramatismo, porque, puestos a no soportar, hoy no me soporto ni a mí misma.

Muss es sein? Es muss sein!

Muss es sein? Es muss sein!

Después de muchas horas de viaje he vuelto hoy a mi casa desde La Palma. ¿Cuántos kilómetros he hecho? Unos 4000, creo. El caso es que no estoy demasiado cansada a pesar del largo viaje que me ha llevado, después de muchos años, de nuevo al aeropuerto de Frankfurt.

Fue hace 17 años. Mis padres me propusieron ir a pasar unas semanas a Alemania, a Munich, y yo acepté encantada. Fue mi primer viaje al extranjero y en él me contagié de dos virus de los que todavía no he podido curarme (y tal vez no lo haga ya nunca): la aventura de viajar y la cultura alemana. Recuerdo como si fueses ayer la ilusión con la que cogí sola aquel avión de la compañía LTU que debía llevarme a Frankfurt y de ahí a Munich. Sola. Eso era lo más gustaba de todo. En Munich me esperaba mi tía Mavi, en realidad prima de mi madre, medio alemana y casada con un bávaro de pura cepa, el bueno de Fritz.

Recuerdo cómo me llamaron la atención aquel aeropuerto tan grande y esos largos pasillos con cintas transportadoras que recorrí en compañía de una azafata, con la que intercambié mis primeras palabras en alemán, las mismas que había aprendido con la prima de mi madre en sus vacaciones en España. Recuerdo las tardes de septiembre (ella siempre venía en septiembre), en aquella playa del sur ya vacía de turistas, oyendo sus historias sobre Munich, Baviera, Austria, el norte de Italia y lugares lejanos como Sri Lanka, a los que iba de vacaciones. Yo quería ver todo eso. Todo eso y mucho más.

Durante esa mi primera estancia en Alemania me enamoré de la ciudad en la que hoy vivo y supe que tenía que volver. La idea se me fijó en la mente y me trajo de vuelta, pasados muchos años, en varias ocasiones, hasta que terminé quedándome.

Hoy he hecho un largo viaje y he tenido mucho tiempo para pensar. He pensado en la aventura de viajar. En cómo me sigue ilusionando como a aquella "mafaldita" (así me llamaba mi padre, háganse una idea) de 11 años, a pesar de los muchos viajes y de las responsabilidades adquiridas. Y recordando la ilusión con la que viví aquel mi primer viaje al extranjero he sido consciente de que esto ya no es el extranjero. Es mi ciudad, mi casa, y lo es realidad desde hace mucho tiempo, porque es la ciudad que yo he elegí en aquel viaje hace muchos años. A veces incluso me pregunto si no fue ella la que me eligió a mí... 

"Muss es sein? Es muss sein!" ("¿Debe ser? ¡Tiene que ser!")

La Isla Bonita

Estaré unos días en La Palma, trabajando, no creáis.

Hasta mi vuelta.

Pero ¿quién vive? (dedicated to...)

Pero ¿quién vive? (dedicated to...)

Me alegra leer que al hilo de mis últimos escritos, un poco fúnebres, haya salido el tema de Blade Runner, película con uno de los mensajes más poéticos y menos explícitos (de ahí su belleza) sobre la vida (y también sobre la muerte, claro).

Os dejo hoy las palabras de despedida del Replicante Nexus 6. A veces, la grandeza de la vida de un hombre se demuestra en el modo que tiene de enfrentarse a su propia muerte.

Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orion. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannahäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.

Este post está dedicado a mi querido Nachete, como no podía ser de otra manera. Tú me has enseñado a amar a Ridley Scott, aunque siento decirte que a veces sea un poco difícil. Es lo que tienen los genios...

Mudanza cibernética II

Por fin he descubierto por qué tenía tantos problemas para entrar a mi blog y a otros blogs de Blogia (gracias, Iván). El caso es que parece que nos hemos mudado y yo, penca de mí, no me he enterado. Ahora la dirección es http://mujeronconstantsorrow.blogia.com.

Sic transit gloria mundis

Sic transit gloria mundis

Anoche me acosté con el Requiem de Mozart en la cabeza, en el corazón,  y hoy, al volver escucharlo después de algún tiempo, me reconforta encontrar tanta belleza en versos tantos terribles y tanta paz en notas tan sublimes.

"Lacrimosa dies illa

qua resurget ex favilla

judicandus homo reus"

Escuchar el Réquiem es pensar en la leyenda. En Salieri, en Constanze, en el Conde de Walsegg y su joven esposa muerta, a quien iba dirigida la pieza... La muerte de Mozart el 5 de diciembre de 1791 detuvo la composición del Réquiem en las palabras "homo reus" y dio paso a la leyenda del la misa de difuntos, que la recreación artística y popular del mito ha querido que él escribiera para sí mismo por encargo de la propia muerte.

El destino quiso, sin embargo, que su funeral estuviese muy alejado de la excelencia artística a la que se había entregado en los últimos meses de su vida. Así lo cuenta Arturo Reverter en su introducción al Réquiem, publicada por El País:

"El 6 de diciembre  se celebra un económico servicio religioso, sin misa ni música, en una capilla lateral de la catedral de San Estéban. Luego el modesto cortejo se encamina hacia el cementerio de Saint-Marx. Pero una tempestad de nieve impide que lleguen hasta allá más de cinco o seis personas: hermanos masones..., y, según se cuenta, Antonio Salieri. Los enterradores descargan el cadáver en una fosa común. Ni siquiera plantan una cruz. Constanze, que no acudió al cementerio, no se ocupará en los días sucesivos de mandar construir una tumba digna. Lo hará, con escaso éxito, al cabo de 17 años, la víspera de contraer matrimonio con su segundo marido (...). En su visita a Saint-Marx, la mujer se encuentra con que el enterrador ha muerto y los restos han sido trasladados a un lugar del que nadie ya sabe dar cuenta."

Quedaba así abonado el campo para la leyenda y el misterio. Genial muerte para un genio. Triste muerte para cualquier mortal.

Petersfriedhof

Petersfriedhof

No fue hasta la tercera vez que visité Salzburgo cuando descubrí el Petersfriedhof (Cementerio de San Pedro) de Salzburgo. Hoy es uno de mis paseos favoritos de la ciudad.

Está situado en pleno centro, a pocos metros de la Catedral y a los pies de la fortaleza, muy cerca, por tanto, de los centros turísticos y, sin embargo, dentro te parece estar muy muy lejos del mundanal ruido. Es un cementerio pequeño y bien cuidado, exquisito como los propios austriacos y lleno de encanto (si es que algo así se puede decir de un cementerio), con su capilla gótica y sus cruces de forja, todas distintas. Hoy estaba especialmente bonito. Las tumbas estaban vestidas de gala, elegantemente adornadas con lazos y cirios y flores todavía frescas, cubiertas por una leve capa de nieve reciente.

Paseo entre las tumbas y me paro a leer aquí y allí los epitafios. La tarde está desapacible:hace frío y el cielo amenaza con más nieve. Vienen a mi mente entonces los compases del "Dies Irae" y me dejo llevar. Dejo que suenen en mi interior las notas sublimes del Réquiem y pienso en Mozart, pobre niño, pobre hombre, tan querido y sin última morada, ni siquiera en la ciudad que hoy se presenta orgullosa de ser su cuna. "Sic transit gloria mundis".

"Dies irae, dies illa,

solvet saeculum in favilla

Teste David cum Sibylla"

Un respingo de frío me devuelve a la realidad. Se me antoja un café, en el Tomaselli, por supuesto, y encamino mis pasos hacia el famoso establecimiento, donde me pierdo entre cafés servidos en bandejitas de plata y eclécticas vitrinas de tartas. Mientras, fuera se hace de noche y el frío arrecia. Pobres muertos, pienso. Y se me ocurre que estarán mucho mejor los míos (mi bisabuela Victoria, mi abuela Caridad, mi abuelo Genaro), un poco más al sur, a la orilla del mar Mediterráneo.

Una mañana

Una mañana

3 de noviembre. Munich, 7:30 de la mañana.

 

-¡Nena!, ven, corre…

-Ummmm…., ¿eh? ¿Qué hora es?

-¡Ven, que está todo blanco!

-¿En serio? ¡No me lo creo!

-¡Ven a verlo!

 

Y era verdad… No sólo había una fina capa que cubría ya las calles muniquesas, sino que estaba empezando a nevar de nuevo.

 

Café y galletas para mí, té y tostadas para él, la radio de fondo y fuera, la primera nevada de la temporada. Una de esas nevadas en las que los copos caen lentamente y se posan con elegancia sobre la acera. Sin prisa, pero sin pausa. Y así, sin mucha prisa, es como me he ido yo al trabajo.

 

-Un beso, papá. Que pases un buen día

-Un beso, nena. Hasta la tarde.

 

Dicen que la vida está hecha de momentos. Yo me grabo hoy este. Espero acodarme de él cuando vengan las vacas flacas.

Morritos Paulinchen

Morritos Paulinchen

Mucha gente se pregunta cómo sería su cara si, por ejemplo, se pusiera los labios a lo Esther Cañadas: "¿Sería más sexy? ¿Me quedaría bien?" La duda pica y para la mayoría queda en eso, una duda.

Para mí no. Yo he resuelto el misterio y ya sé cómo es mi cara con un jeringazo de silicona en los labios. Cómo sería, quiero decir. Lo comprobé anoche y, bueno, la verdad es que no me quedaba mal del todo, si no fuera porque los párpados hinchados, los ronchones faciales y el acto de rascarme todo el cuerpo como una posesa, digamos que le quitaba sex-appeal al asunto.

Mi médico, sin embargo, lo ha encontrado favorecedor, pero me ha dicho, muy alemán él sacando el lado práctico del asunto y buscando mi sonrisa, que viendo el resultado me puedo ahorrar la operación de estética, porque claramente no me hace falta.  Yo no he podido evitar sonreír con mis súper-labios y, acto seguido, casi a traición, me ha agujereado sin piedad hasta que he dejado de ser la mujer-elefante para volver poco a poco a mi humilde yo. Creo que nunca me he alegrado tanto de verme.

En fin, la semana que viene, más. ¿Quién inventaría el diabólico test de las alergias? ¿Seguro que en el siglo XXI no hay un modo más sencillo de hacerlo? Misterios de la ciencia...

Tres tristes tigres

Tres tristes tigres

Tres tristes tigres comían trigo en un trigal. De pronto, se encontraron recelosas sus miradas y se preguntaron, si se mataban a base de furiosas dentelladas o se comían directamente a besos.

Continuará...

Ver o no ser III

Ver o no ser III

Dicen que James Dean y Marilyn Monroe tenían una mirada interesante y seductora, pero lo que tenían en realidad era miopía  y una alta dosis de coquetería que les llevaba a no usar las gafas. Esa mirada perdida en el horizonte y esos ojos entrecerrados, tan seductores, no son sino fruto del esfuerzo por enfocar y por intentar no mirar mucho lo que no se ve bien.

Yo no soy Marilyn Monroe, pero la comprendo bien. Y es que, teniendo mil razones menos que ella para no querer ponérmelas (no hay paparazzi a la puerta de mi casa, por ejemplo), le tengo la guerra declarada a las gafas. Más bien tengo con ellas una relación de amor-odio. Por una lado tengo casi una obsesión casi fetichista por ellas, y por otro, hay ocasiones en que sencillamente no las soporto y quiero volver a las lentillas asesinas, que por ahora tengo castigadas en un cajón desde que me hicieron pupa (el maldito parche de piratesa me ha dejado traumatizada).

Muchas veces me rebelo y no me las pongo. Las echo al bolso y me digo: hasta que llegue a la oficina. Y así es como alguna una vez me he visto sorprendida en el metro por un hombre que me ponía ojitos, supongo que porque se pensaba que yo se los estaba poniendo... y no era el caso. En fin. Me da por épocas.

Hoy he recogido unas gafas nuevas y estoy como niña con zapatos nuevos. Las antiguas se van al baúl de los recuerdos junto con las demás: las metálicas ovaladas, muy modositas; las de pasta negra tipo cultureta y las trotskistas, ambas de la época universitaria (¡cuántas tonterías!); las de pasta verde de mujer moderna; las sesenteras tipo Srta. Rottenmeyer (estas eran muy cool pero un poco extremas) y las rojas cuadradas, a las que hoy digo adiós.

El óptico que me vendió las primeras gafas de mi vida adulta hizo bien su trabajo. Me dijo: "¿No compras ropa nueva cada año? Pues no descuides lo que llevas en la cara". Mi miopía, combinada con astigmatismo para más inri, y mi coquetería hicieron el resto. Y bueno, el que no se consuela es porque no quiere.

Tócame el corazón con el pie

Tócame el corazón con el pie

Estoy un poco ñoña últimamente. Me lo noto y me molesta. Me di cuenta ayer mientras paseaba en bici por Munich toda yo imbuida de domingo otoñal, de perfume de hojas recién caídas, de atardecer tormentoso, de Be-Bop susurrado a mi oído por Ella Fitzgerald y Louis Amstrong… Un asco, vamos. Hoy todavía me duraba el blandiblup mental y me he sorprendido a mí misma canturreando “Autumn in New York” de buena mañana al llegar a la oficina, con lo mal que yo canto… Vamos, que no tengo más remedio que despertar urgentemente al diablillo que se ha quedado dormido sobre mi hombro izquierdo, a ver si de una vez por todas le estampa la lira en la cabeza al angelote que está campando a sus anchas en el derecho.

 

De todos modos menos mal que me he dado cuenta a tiempo, porque si me descuido me convierto en un libro de autoayuda. Y ya que estamos con el tema, creo que si yo escribiera uno lo titularía algo así como “Tócame el corazón con el pie”, parafraseando Woody Allen en Annie Hall,  y estaría riéndome hasta el día del juicio de las rocambolescas y profundas interpretaciones que se podrían sacar de frase tan absurda y deliberadamente irónica.

 

P.D: Os regalo una foto otoñal fruto de mi estado. No me la tengáis en cuenta.  

Pretérito imperfecto (de subjuntivo)

Pretérito imperfecto (de subjuntivo)

 

"You may be through with the past, but the past isn't through with you"

Magnolia, Paul Thomas Anderson (1999)

Escribo este post al hilo de algunas conversaciones mantenidas en los últimos días. La vida es así de puta: no permite un paso atrás. Al paso dado sólo puede seguirle otro con el que intentar mantener el equilibrio antes de dar el siguiente. Sin opción a pararse, sin tiempo para decidir, y con cada paso, un peso más en la mochila que aumenta el lastre con el que cargamos toda la vida. El pasado está ahí. Negarlo no nos ayuda. ¿Aceptarlo? Tal vez  el secreto de aquellos que consiguen sonreír sea dejarle simplemente ser parte de nosotros mismos.

P.D: La película (junto con su magnífica banda sonora) es una curiosa e interesante interpretación de vida, pasado, soledad, encuentro, culpa y redención.

"It's not going to stop

'Til you wise up

It's not going to stop

So just...give up"

Wise Up (B.S.O. de Magnolia), Aimee Man.

Chuto

Chuto

En realidad a mi hermano Héctor lo llamamos Chuto. Dicen que se lo puse yo cuando éramos pequeños, pero la verdad es que no me acuerdo ni del cuándo ni del por qué. Algo  me dice, sin embargo, que el apodo tiene que ver con lo bruto que era. Si lo tuviera que definir con 3 adjetivos lo haría con 3 que empiezan con c y con 3 aumentativos: muy cariñoso, intensamente creativo y bastante cabroncete.

 

Las circunstancias de su vida le han hecho no tomársela muy serio o tal vez todo lo contrario. Creo que nunca llegaré a saberlo con certeza. Son esas circunstancias un tanto especiales (un cáncer, su cáncer)  las que le han marcado en muchas facetas y las que  le convirtieron desde una edad demasiado temprana en un auténtico superviviente. 

En mi casa no hubo lágrimas ni lamentos, al menos que yo pudiera ver, y para mí, la imagen que mejor ilustra el modo en que esta situación se vivió en mi familia es la de  nosotros, niños inocentes que debíamos seguir siéndolo, jugando con la fina pelusilla que le corría a mi hermano por la cabeza y que se desprendía con graciosa facilidad. En esa época lo recuerdo pelón como un Nenuco de los de antes (luego se vengó luciendo durante años un espesa y larga melena negra), pero siempre con la sonrisa en la boca.

Un día, tras muchas ausencias de mi madre y mi hermano, que ya formaban parte de la rutina familiar, aquello se acabó, al menos la que hoy sé que fue la parte más dramática. Mi padre llegó un día con un sobre y dijo algo así como “ya es definitivo”. Todos nos pusimos muy contentos y celebramos algo que entonces yo no entendía muy bien. Sólo algún tiempo después, hablando con una prima mayor que yo, tomé conciencia real de lo que había sido toda aquella historia y muchos recuerdos vagos de mi primera infancia cobraron de pronto todo su sentido. Se hicieron de repente menos inocentes.

 

Mi hermano tiene un vínculo muy especial con mi madre. Un cordón umbilical que refuerza ese que a todos nos cortan físicamente el día del nacimiento, pero cuya presencia permanece toda la vida.  A los 3 hermanos que somos nos ha dado mi madre la vida, pero sólo con uno de nosotros se ha enfrentado y ha vencido a la muerte.  De todos modos esta historia cambiaría mucho de tono si la contase ella, que en general habla poco del tema. No porque sea tabú, sino por ese instinto de supervivencia que tienen las madres; ese "tirar pa'delante" que sólo ellas saben de donde sacan y que las hace invencibles. Intuyo, porque yo no soy madre, todavía. 

Hoy mi hermano es un hombre inteligente y de mente ágil (bueno,eso lo ha sido siempre en realidad), tenaz en lo que le interesa, siempre que no constituya una obligación (dibujar, tocar la guitarra, fotografiar…), un caradura encantador y también un poco un calavera. Buscador de caminos por todos los caminos a nuestro alcance y también un tocapelotas, sin maldad, pero tocapelotas.

Como buen hermano me ha hecho rabiar. Todavía le recuerdo el haber tenido que estudiar durante años con los cascos puestos y la música clásica o el jazz a todo trapo, para no oír los berridos de su guitarra. En aquellos años me sacaba de quicio. Hoy me río cuando estoy en casa y me pide indignado que baje la tele, que tiene que estudiar. Más bien hacer que estudia. 

Ahora en la distancia pienso en él aporreando su guitarra o colgado de una montaña imposible que se afana en escalar. Cuando ejerzo de hermana mayor a veces le digo: “¡ay! si toda esa energía la emplearas para el bien…” Y yo misma me respondo, entre orgullosa y resignada: pues entonces…, entonces, simplemente, no sería él.

  

Mr. Allen dixit

Mr. Allen dixit

"There's an old joke.  Uh, two elderly
women are at a Catskills mountain
resort, and one of 'em says: "Boy, the
food at this place is really terrible."
The other one says, "Yeah, I know, and
such ... small portions." Well, that's
essentially how I feel about life".

Woody Allen como Alvy Singer en Annie Hall.

Adoro esta película. En su día me ayudó a reirme de todas mis neuras, que son muchas y variadas. El guión, regalo de mi amiga Elisa, estaba en el fondo de una caja de la mudanza que aún rondaba por mi apartamento. Esta noche lo he rescatado.  Lo voy a releer y, de paso, a apegarle un buen repaso a mis neuras.

Buenas noches.

Nix wie weg

Nix wie weg

Como diría mi amiga Bea, la vida no me cunde, señores.  Mañana salgo de nuevo de viaje, esta vez rumbo a Zaragoza (¡temblad Anita, Vicen y demás maños!). Me daré un buen paseo por la ciudad, unos cuantos en realidad, y espero poder disfrutar aunque sea un viaje de trabajo.

"Nix wie weg" (no hay nada como irse), rezaba la publicidad de un turoperador alemán (de viajar esos saben un rato) especialista en viajes de último minuto y yo lo suscribo, porque este gusanillo de curiosidad que se sigue apoderando de mi estómago ante una nueva escapada es sencillamente impagable.

Ya os contaré.

P.D. al post anterior

¡Dios! Acaban de darme el susto de mi vida. 

Camino de vuelta del gimnasio. Noche cerrada. Cascos a todo trapo y yo emimismada en mis cosas: "Citas de mañana, qué coño me hago de cenar, tengo que llamar a mi madre...". Tuerzo la esquina y enfilo el último tramo de calle, como siempre, poco iluminada. No me llama la atención, es Munich y además ya estoy acostumbrada. De pronto, un impulso: volverme y mirar hacia atrás. No sé por qué me he vuelto, no he oído nada, pero al hacerlo me he encontrado cara a cara con un tipo que debía llevar pegado al cogote, tan cerca, que aunque yo no me he parado del todo casi nos chocamos. 2 segundos, una mirada directa a los ojos y el tipo ha echado a andar, muy deprisa, hasta que lo he perdido de vista.

Nunca lo sabré, pero si existe un sexto sentido eso es lo que me ha pasado a mí esta noche.

 

 

Ingravito

Ingravito

Hace ya días que Macaco me acompaña de camino al trabajo. Bueno, en realidad, de camino cualquier parte adonde me acompañen mis cascos, que es a casi todos lados (¡aún tengo pendiente el iPod!). En mi última visita al sur consulté las novedades de la enciclopedia musical de mis queridos gemelos Contreras, Charlie y Nachete, y me traje, entre otras joyas, lo último de Macaco. Ahora estoy en proceso de quemarlo. En el buen sentido, claro.

 

En mis posts sobre música suelo ser muy poco erudita. Me considero poco entendida  y me muevo por intuición. Así, si Jack Jonson tiene la virtud de levantarme el ánimo y Eva Cassidy me lo pone un poco otoñal, Macaco me mete el ritmo dentro y me pone cuerpo de fiesta a la primera de cambio. Creo que mis vecinos empiezan a preocuparse desde que me ven, ya de buena mañana, moviendo el esqueleto al ritmo de “el Mono loco”, que mezcla de todo y le sale bien.

 

Lo dicho, Macaco contra la apatía y el aburrimiento: música mestiza, mezcla de estilos, de razas y hasta de idiomas. “Igravito” es su último disco. Si os animáis a escucharlo y os gusta id a por los anteriores, sobre todo “Rumbo Submarino”. A mí me encanta.

 

 

Con un 6 y un 4...

Con un 6 y un 4...

...aquí tienes mi retrato.

Por fin Blogia ha vuelto en sí. Me tenía un poco preocupada que tantos mundos se hubiesen borrado para siempre. En estos días de abstinencia me he dado cuenta de que un poquito sí que engancha esto de los blogs...el propio y los ajenos, que en el fondo no lo son tanto.

El no poder escribir, más bien el no poder publicar, me ha llevado a la rebeldía ante la escritura y me ha puesto delante de los pinceles. Yo, yo, yo y el mundo que me rodea. Un blog es un poquito así: buscar un lugar en el mundo, comprender una realidad que nos interroga, a veces absurdamente, extrañarnos ante las cosas que pasan, que nos pasan, gritar a los 4 vientos "¡aquí estoy y me siento así!". Pero sobre todo mirar. Mirarse a uno mismo y abrir al mundo la ventana de nuestros ojos. Yo miro al mundo con estos ojos que aparecen aquí interpretados por mi propia mirada.  Así es un blog, ¿no?